La fermentación del vino
La fermentación, es cuando el mosto se convierte en vino. Este proceso es el alma del vino, donde el dulce mosto o jugo de uva se convierte en el preciado vino.
La fermentación del vino: cuando las levaduras entran en acción.-
Con el mosto listo en los recipientes entran en acción las levaduras. Estos microorganismos son los verdaderos héroes de la fermentación, activando un proceso que transformará los azúcares del mosto o jugo de uva en alcohol y dióxido de carbono.
La fermentación alcohólica.-
Es un proceso pasivo pero poderoso. Las levaduras consumen los azúcares del mosto y producen alcohol como resultado. Este proceso puede llevarse a cabo en tanques de acero inoxidable, barricas de roble o cualquier otro recipiente adecuado.

Control de la temperatura: garantizando el equilibrio óptimo.-
Durante el proceso, controlar la temperatura es crucial. Equipos de control de temperatura, ya sean sistemas de refrigeración o calefacción, permiten a los enólogos ajustar las condiciones para garantizar una fermentación equilibrada y evitar fluctuaciones indeseadas.
La fermentación maloláctica: redondeando el sabor del vino.-
Algunos vinos pasan por la fermentación maloláctica, un proceso adicional que suaviza la acidez del vino al convertir el ácido málico en ácido láctico. Aunque puede ser un proceso natural, en algunas bodegas se induce de manera controlada para obtener ciertos perfiles de sabor.
Este proceso, ocurre una vez finalizada la fermentación alcohólica, cuando bacterias como Oenococcus oeni o Lactobacillus metabolizan el ácido málico. Esta metamorfosis esencial, aporta suavidad, armonía y notas lácticas al vino. La temperatura óptima y condiciones higiénicas son cruciales. Los enólogos vigilan con meticulosidad, asegurando la calidad y carácter distintivo de los vinos. En resumen, la fermentación maloláctica es una danza química que eleva el vino a nuevas alturas sensoriales.
Prensado y separación de pieles y residuos sólidos.-
Terminada la fermentación del vino se procede a separar las pieles y residuos sólidos del vino. Este paso, realizado mediante prensas y procesos de separación, marca el final del proceso activo de fermentación y el inicio de la preparación para la fase de envejecimiento.